Por el Prof. Ricardo González
Por estos días, Puerto Gaboto vuelve a vestirse de fiesta. No es una más. Se trata del cumpleaños número 103 de una de sus instituciones más queridas, ese faro emocional que ha sabido guiar generaciones a través del deporte, la cultura y la amistad: el Club Sebastián Gaboto.
En el recuerdo de aquellos que caminan sus calles aún resuena el eco de los barcos que, a comienzos del siglo XX, surcaban el río Paraná/Coronda cargados de trigo y sueños. Las chimeneas imponentes de esos navíos no solo traían comercio, sino también influencias, historias y una semilla que germinó en el alma de los colonos que empezaban a echar raíces en la pampa gringa: la necesidad de asociarse, de construir comunidad.
Fue así como, entre sociedades de ayuda mutua, peñas, comisiones y asociaciones festivas, un 9 de julio —¿de 1920 o 1922?— nació el Sebastián Gaboto Foot Ball Club. Hijo legítimo de esa “cultura asociativa” que le dio forma a todo un pueblo, el club surgió con la excusa del fútbol, pero con la vocación de algo mucho más grande: ser el punto de encuentro de una identidad que empezaba a consolidarse.
Como todo mito fundacional, tiene su épica. El fútbol, traído por los ingleses, principalmente marineros que descargaban ponchos y cargaban trigo, comenzó a colarse entre los potreros y los pies descalzos de muchachos criollos y jóvenes inmigrantes. La pelota podía ser de cuero o de trapos, pero lo que nunca faltó fue pasión. En esa pasión se gestó un sentimiento que aún hoy, más de un siglo después, sigue latiendo.
La sede del club fue mudándose tantas veces como lo hicieron sus sueños. Desde la humilde habitación de José Manuel Zabala hasta el edificio actual en el centro del pueblo, adquirido en 1964, el camino fue largo y lleno de esfuerzo colectivo. De aquellas paredes prestadas a la pista de baile “El Fuerte” —epicentro de fiestas y anécdotas inolvidables—, todo fue parte de una misma causa: hacer del Sebastián Gaboto un lugar para todos.
¿Y por qué el rojo y negro? Nadie lo sabe con certeza. ¿Newell’s? ¿Colón? Tal vez. Pero lo cierto es que esos colores se volvieron emblema y orgullo de todo un Pueblo.
El fútbol, sin duda, fue siempre el corazón del club. Campeonatos gloriosos en 1954, 1955, 1987 y 2010; equipos memorables que marcaron época; jugadores que sabían hacer magia en una baldosa. Nombres como los hermanos Moreno y Zárate, Dante Madera, “el Indio” Herrera, Villamea, Delmonte, y tantos otros que tejieron la leyenda con gambetas y entrega.
Pero el club no se detuvo allí. Supo abrirse a otros deportes y expresiones: tenis criollo, ciclismo, boxeo, básquet, vóley, bochas, patín, artes marciales y hasta folklore con la entrañable peña “Flor de Irupé”. Siempre hubo lugar para cada talento, para cada inquietud, para cada vecino que quiso ser parte.
Y si el club fue una escuela de vida, mucho se debió al compromiso de dirigentes eternos como Reynaldo Gómez, que ocupó la presidencia 17 veces, o familias históricas como los Zabala, Mosso, Jubany y tantas otras que es largo de nombrar pero que han sido baluartes de la continuidad del club, aúnen tiempos difíciles. También a aquellos formadores del fútbol infantil, los que sembraron valores antes que resultados entre niños y jóvenes.
Hoy, a 103 años de su fundación, el Club Sebastián Gaboto no es sólo un edificio, una cancha o una camiseta. Es una emoción compartida, una bandera que ondea en cada corazón gabotero, sin importar cuán lejos esté. Porque donde haya un sabalero, allí estará el club. Allí estará la memoria de aquel balón de trapo y el deseo intacto de hacer comunidad, se sentir la pasión de pertenecer a algo más grande que uno mismo.
Feliz cumpleaños, Sebastián Gaboto. Gracias por ser más que un club: por ser historia viva, por ser pasión sabalera y orgullo gabotero.