jueves, septiembre 11, 2025

La importancia de los maestros en la Historia Gabotera

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Por Profesor Ricardo N. González

La historia de la educación en Puerto Gaboto es, en esencia, la historia de sus maestros y maestras. En ellos y ellas se encarna el esfuerzo silencioso que, a lo largo de más de un siglo y medio, ha permitido que generaciones de niñas y niños de origen humilde encontraran en la escuela un espacio de dignidad, de palabra y de futuro.

El origen oficial de la enseñanza primaria en la localidad se remonta a 1865, cuando se nombra como primer preceptor a don Hilarión Fluc. Ese dato convierte a Puerto Gaboto en uno de los pioneros de la educación pública en la provincia de Santa Fe, anticipándose a la Ley 1420 de 1884. Poco después, en el Censo de 1869, aparece el nombre de Casimira Martínez, la primera maestra mujer de la que se tiene registro en el pueblo, figura emblemática que abre el camino a tantas educadoras que, con sacrificio y constancia, sostendrían la escuela en medio de la pobreza y las inclemencias.

Hacia 1884, ya funcionaba una escuela elemental mixta, reflejo de los cambios sociales de la época. Aun con aulas separadas para varones y mujeres, ese paso simbolizó la ampliación de derechos y la certeza de que la educación debía llegar a todos. Con la creación de la Escuela N.º 292 “Sebastián Gaboto”, la comunidad escolar comenzó a tener un nombre propio, un espacio de pertenencia.

El siglo XX trajo consigo la lenta pero firme ampliación de la enseñanza. Primero se dictaban los grados iniciales, y el abandono escolar era moneda corriente: los varones eran llamados a las faenas de pesca, caza o leña, y las niñas al cuidado del hogar. Sin embargo, el tesón docente logró que, a partir de 1920, se incorporara el cuarto grado, luego el quinto en 1931 con el maestro Julio César Alzugaray, el sexto en 1945 con la maestra Elvira Tartaletti, y finalmente el séptimo en 1971, sostenido por Hilda Fabbro y Lydia M. Gorría. Cada nuevo grado fue una conquista contra la desigualdad, un triunfo de los maestros sobre las condiciones adversas.

El jardín de infantes, que hoy parece una institución indispensable, nació de la misma perseverancia. En 1970, bajo la dirección de Blanca Gersi y con la tarea de Marta Yelpo, se abrió una sala preescolar dentro de la Escuela 292, casi de manera precaria, solo para evitar que se perdieran cargos. La oficialización llegaría en 1974, gracias al empuje docente y a una comunidad que entendió que los primeros años también necesitaban un espacio educativo. Incluso antes, en la década del 60, maestras visionarias como Milena Zabala y Beatriz “Chuli” Morante habían creado un jardín maternal particular en el comedor de su propia casa.

Los talleres de trabajo manual, impulsados en 1960 con el maestro Ponce y luego con el carpintero Julio Coirini, fueron otra expresión de esa escuela que se abría camino con creatividad para responder a las necesidades de la vida cotidiana de las familias gaboteras.

Pero quizás uno de los capítulos más conmovedores sea el de la alfabetización de adultos, iniciada en 1965. Docentes como Beatriz Morante, Milena Zabala, Graciela Rodríguez y Marta Mosso se pusieron al frente de una tarea silenciosa: enseñar a leer y escribir a padres y madres que confesaban con dolor “yo no sé leer” o “no sé firmar”. Con esa gesta, los maestros extendieron las fronteras de la escuela más allá de la infancia, haciendo de la educación un derecho verdaderamente comunitario.

Los nombres de tantas maestras y maestros —las hermanas Oronao, Amalia Aldao, Sara Racca, Laura Nos de Eyrea, Ignacia Gaitán, Vilma e Hilda Fabbro, Nilda Frutos, Blanca Gersi, Clotilde de Bachiddú, Juana Luque, Haydeé de Sodero, entre muchos otros— forman un verdadero linaje de educadores que hicieron del magisterio una vocación de servicio.

Hoy, en el siglo XXI, la escuela y el jardín de Puerto Gaboto siguen siendo el corazón del pueblo. En un contexto donde persisten las dificultades económicas y las trayectorias educativas frágiles, las y los docentes continúan siendo la voz que convoca, el sostén que acompaña y el horizonte que ilumina. Porque en cada maestro y maestra late la convicción de que la educación no es solo transmisión de saberes, sino el eje mismo del desarrollo humano, social y comunitario.

Así, la historia educativa de Puerto Gaboto es también una historia de resistencia y de esperanza. Y en ella, los maestros y maestras son, de ayer y de siempre, los verdaderos constructores del futuro.

En memoria de cada uno de ellas y ellos, gracias y feliz día Maestros queridos!!

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