Más de la mitad de los chicos de tercer grado no entiende lo que lee: reconocen palabras, incluso frases, pero no comprenden. No pueden decir de qué trata un párrafo, qué quiso decir un personaje, cuál es el problema de una historia o por qué algo sucede.
El 54,9% de los alumnos de ese nivel quedó por debajo del nivel mínimo de competencia lectora, según se desprende de las pruebas Aprender 2024.
Tercer grado es un punto clave: los chicos de 8 años ya cursaron primero y segundo, y deberían haber adquirido las herramientas básicas de lectura y escritura. Si llegan al tercer año sin comprender lo que leen, se rompe la base sobre la que debería construirse el resto de su aprendizaje. Sin lectura, no hay matemática, ni ciencias, ni historia. Y mucho menos ciudadanía.
El informe no señala una única causa. Habla de la falta de continuidad en las políticas, de planes de alfabetización que no se sostienen en el tiempo, de formación docente incompleta y de materiales pedagógicos insuficientes. Pero el problema es más complejo y excede a la escuela. ¿Qué pasa con los hábitos de lectura en casa? ¿Cuánto se lee hoy fuera del aula? ¿Qué lugar ocupa el libro —y no el dispositivo— en la vida de un chico de ocho años?
Los resultados de la última prueba Aprender, tomada en 2024 a 91.000 alumnos de 3º grado de 4178 escuelas de todo el país, confirman la desigualdad: solo el 39% de los chicos de escuelas estatales alcanzó el nivel esperado en lectura, contra el 62,4% de los alumnos de privadas.
El mismo relevamiento mostró, además, que los hábitos de lectura están en crisis. Un tercio de los alumnos no lee en su tiempo libre ni recibe lectura en casa. Entre las actividades de ocio, la lectura aparece séptima, mientras seis de cada diez chicos ya tienen celular propio. A eso se suma la falta de libros: en 2024 se suspendió la compra nacional de ejemplares y recién en 2025 se aprobaron nuevas adquisiciones, aunque dos de cada tres escuelas dicen contar con bibliotecas en el aula.
El informe cierra con un dato que podría parecer menor, pero no lo es: el 87% de los docentes usa el diseño curricular vigente de su jurisdicción para planificar las clases. Es decir, hay alineación entre la norma y la práctica. Pero el texto advierte que eso no alcanza si no se refuerzan los contenidos fundamentales, como Lengua y Matemática, con materiales, formación y estrategias claras.
A pesar de los esfuerzos, el sistema no logra garantizar lo más básico: que un chico de 8 años pueda leer y comprender un texto. El informe ofrece una hoja de ruta. Pero sin compromiso político, recursos, formación docente y decisión sostenida, seguirá siendo solo eso: un documento con buenas intenciones.