Tras el fallecimiento del Papa Francisco, la Iglesia Católica entra en una de sus etapas más solemnes y enigmáticas: la elección de un nuevo pontífice. El proceso está regido por una antigua tradición conocida como cónclave, palabra que en latín significa “con llave”, en alusión al encierro de los cardenales electores dentro del Vaticano hasta que se tome una decisión.
El cónclave está compuesto por todos los cardenales menores de 80 años. En la actualidad, son alrededor de 120 los que tienen derecho a voto. Estos hombres provienen de distintos países y representan la diversidad geográfica y cultural de la Iglesia Católica global.
Los cardenales se reúnen en la Capilla Sixtina, dentro del Vaticano. Allí, bajo estrictas medidas de aislamiento y confidencialidad, votan en sucesivas rondas secretas hasta alcanzar un consenso.
¿Cómo es el proceso de votación?
Para ser elegido Papa, un cardenal debe obtener una mayoría calificada: dos tercios de los votos. Las votaciones pueden durar días, incluso semanas, si no se alcanza un acuerdo rápido. Después de cada ronda de votación, las papeletas se queman en una estufa especial.
El color del humo que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina es la señal que el mundo espera: si es negro, no hubo elección; si es blanco, habemus papam —tenemos Papa—.
¿Quién puede ser elegido?
Aunque lo habitual es que se elija a uno de los cardenales presentes, en teoría cualquier varón bautizado puede ser elegido Papa. Sin embargo, en la práctica, desde hace siglos el elegido ha sido siempre un cardenal. Una vez alcanzada la mayoría requerida, se le pregunta al elegido si acepta el cargo. Si responde afirmativamente, se le pregunta qué nombre desea adoptar como nuevo pontífice.
Algunos cónclaves han durado apenas uno o dos días; otros, en el pasado, se han extendido durante meses. El cónclave más reciente, el que eligió a Francisco en 2013, duró dos días y cinco rondas de votación.
Mientras la Capilla Sixtina vuelve a convertirse en el escenario de uno de los rituales más reservados del catolicismo, millones de fieles en todo el mundo aguardan con expectativa la llegada de un nuevo líder espiritual. El próximo Papa tendrá el desafío de continuar, o cambiar, el rumbo marcado por Francisco, en un mundo atravesado por crisis humanitarias, guerras y profundas transformaciones sociales.