La venta de entradas en las salas de cine de todo el país sufren una caída pronunciada y estas vacaciones de invierno visibilizaron con un fuerte cachetazo la realidad que viven las salas, donde los números dan una de las peores vacaciones de invierno desde el año 2009.
En un período en donde, por cuestiones climáticas, las salas de cine son uno de los atractivos mas importantes para la recreación de los argentinos, los números dan cuenta de una caída del 20% en el mes de julio con respecto al año 2024, temporada que ya había sido mala para las salas.
Para dar cuenta, la proyección de las empresas de comercialización de películas estiman un total de 4.700.000 espectadores este mes en todos los cines del país. Prepandemia, entre los años 2016 y 2019, julio tenía entre 8 y 9 millones de espectadores.
El boom postpandemia y el alto crecimiento de los consumos culturales llevó la cifra al mismo valor en 2022 y descendió unos pocos miles en 2023 (7.5 millones).
Las causas son multifactoriales. Las formas de consumo por un lado chocan contra el alto valor de las entradas (promedio de $8000 por entrada entre todas las salas del país) y, en menor medida, una oferta que no termina de seducir al público en general.
El precio, sin embargo, se posiciona como el valor más visible dentro de una crisis que año a año se profundiza. Porque más allá del valor de las entradas per se, el gasto agregado que conlleva, muchas veces, una salida familiar al cine y otros espacios de consumo y/o recreación, corresponde al alto costo de vida que Argentina atraviesa actualmente.
De igual modo, se denota que la industria está atravesando un momento de suma dificultad que podría derivar en una transformación de las salas en algo que estará lejos de ser el cine tradicional que conocíamos